La economía de España, al igual que su población, es la quinta más grande de la Unión Europea (UE) y en términos absolutos la octava economía del mundo. En términos relativos de poder adquisitivo, se encuentra también entre las mayores del mundo.
Actualmente, y desde la crisis de principios de los 90, la economía española se encuentra en un período de crecimiento.
Caracterización de la situación de la economía española
El crecimiento del producto mundial mantuvo en 2006 tasas de crecimiento muy elevadas por
tercer año consecutivo. Lo más relevante desde el punto de vista de la economía española es que
se consolidó la recuperación de la actividad en el área del euro, superando, así, una larga etapa de reducido dinamismo. El afianzamiento de esta fase de crecimiento económico más robusto, junto
con la aparición de riesgos al alza sobre la estabilidad de precios, ha determinado la necesidad de
ajustar el carácter notablemente expansivo de las condiciones monetarias. Con todo, los tipos de interés en el área del euro, tanto en términos reales como nominales, se han mantenido en niveles bajos en todos los plazos, con lo que las condiciones monetarias han continuado siendo relativamente holgadas y, por tanto, han seguido impulsando la prolongación de la etapa expansiva de la economía española.
La mayor fortaleza de la economía de la zona del euro y la menor holgura de las condiciones monetarias condujo a una moderada desaceleración de la demanda nacional en España, pero también a una mejora, de mayor magnitud, de la contribución de la demanda exterior neta al crecimiento del producto, de manera que el crecimiento del PIB se aceleró durante 2006, hasta el 3,9%. Por tanto, y a diferencia de lo ocurrido en 2004 y 2005, la expansión más intensa de la actividad fue compatible con un cierto reequilibrio de sus determinantes por el lado de la demanda. Junto con los factores antes señalados, el impulso demográfico procedente de los flujos de inmigrantes y las buenas perspectivas de los agentes han sostenido el crecimiento económico, sobre el que, además, el encarecimiento del petróleo solo ha tenido un impacto moderado.
La mejora de la demanda exterior neta en 2006 se debió a la fuerte recuperación de las
exportaciones, mientras que continuó una intensa filtración de gasto hacia el exterior a través de
las importaciones.
El consumo de los hogares flexionó algo a la baja en 2006, aunque continuó aumentando a un
ritmo superior al de la renta disponible, con lo que la tasa de ahorro de las familias siguió descendiendo. Como, a su vez, la inversión en vivienda ha mantenido una fuerte expansión, las
necesidades de financiación del sector se incrementaron en 2006 y el endeudamiento de las familias alcanzó cotas todavía más elevadas. Las empresas acometieron en 2006 la realización de
importantes planes de inversión en bienes de equipo, en un contexto de recuperación de la
actividad exportadora y de pujanza del sector industrial.
La inversión en equipo, que había mostrado una cierta atonía en los primeros años de la presente década, presentó, así, un renovado vigor, en línea con lo observado en 2005, lo que indica el predominio de las expectativas favorables entre las empresas.
La favorable capacidad de respuesta que mostró la oferta en el transcurso de 2006 no fue suficiente para contrarrestar la presión del gasto, lo que se reflejó en la evolución de los costes y los precios de la economía en su conjunto. La remuneración por asalariado de la economía de mercado experimentó en 2006 un repunte, con una tasa media anual del 2,8% frente al 2,1% del
año precedente, que se trasladó casi íntegramente a los costes unitarios del trabajo debido al
escaso avance de la productividad. Hay que mencionar, no obstante el buen comportamiento de
los costes unitarios de las manufacturas, que experimentaron un descenso en 2006. La elevación
de los costes laborales, junto con las alzas de los precios del petróleo, muy intensas en la primera
parte del año, y la continuación en el proceso de ampliación de márgenes, determinaron que en el
promedio de 2006 no se produjeran avances sustanciales en el recorte de la inflación de la economía española y que, por el contrario, se anotaran deterioros adicionales en los índices de
competitividad precio.
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